EL DÍA QUE APRENDÍ A LEER Y ESCRIBIR
(Historia de mi proceso de formación como lecto-escritor)
por: CARLOS HERNANDO PORRAS BARAJAS
Asumir la prosaica tentativa de llevar a cabo una reconfiguración histórica de mi vida, tomando como eje central el proceso de conformación del sistema lecto-escritor, acarrea leves estremecimientos catatónicos que pululan por toda la universalidad finita de mi piel, debido a la indigestión cerebral que me produce la invocación de recuerdos y fantasmas, bajo la tutela de este intento por establecer un contexto coherente a conformidad del yo lecto-escritor, pues ¿Cómo simbolizar la huella que ahondó el vestigio del tiempo?, ¿Cómo hacer consistentes la multiplicidad de recuerdos y fantasmas que conforman mi presente?. Recuerdos y fantasmas que fueron guardados, algunos por olvido y otros por esfuerzo, pero que de manera consciente e inconsciente conforman este fatuo instante presente en el que me repliego para declararme yo, y que trataré de desplegar en mi historial lecto-escritor como ejercicio reflexivo.
SALE EL SOL
(Antes de ir a la escuela)
La gracia anodina que se despliega en mi infancia pre-académica, se reconfigura en memoria caótica, en memoria compuesta por extensos desiertos vacíos que cobijan pequeñas simulaciones esporádicas de oasis ricos en éxtasis de alegrías inocentes. Algunos acusan en precluir que estos vacíos son producto de bloqueos inconscientes a situaciones traumáticas, pero yo reafirmo que por el contrario, mi ausencia de recuerdos fluidos se debe a la ingravidez que acompaña una existencia de necesidades satisfechas, a la densidad monótona que asiste a la sobreprotección, al perfecto funcionamiento que inocentemente se construye en la relación padres-hijo, al exceso de cuidados amorosos que constituyen aquel mundo primario y perfecto, que se devela como el alba histórica de mi existencia.
En la bruma que despierta y acompaña al nacimiento del sol, domina el etéreo frío de un mundo que se descubre nuevo, un mundo que aparece a primeras horas aletargado, quizá por la inquietud que produce en el alma la rigidez impávida de la novedad exhibida. Formas y colores que florecen al unísono despuntar del alba, que se clarifican y vivifican a medida que la luz golpea con ahínco creciente en la multiplicidad de la materia, que en conjunto establece la riqueza de sensaciones cinemáticas que avivan la proliferación de la vida. Por fortuna mía, en este caótico punto de frías novedades emotivamente envolventes, estuve al amparo de las naguas de mi señora madre, bastión amoroso desde el que se construyen mis primeras conciencias de mundo, mis primeros tenues recuerdos del génesis de mi vida en ponderante interacción con la vida que me ofrece el mundo.
En esta lejana mañana donde adormecen mis primeros recuerdos, se destaca literalmente una tarde, que resguarda el primoroso recuerdo que reina en la evocación de mi tierna infancia; una temprana tarde que se marchitó al cobijo d pomposas nubes, que estremecieron la tierra con unísona lluvia, y que contagiaron la luz de un gris trémulo que presumía con ahogar al día, que fanfarronearon con apresurar en gracia la ventura oscura de la noche, fue entonces que se dio pie a la apelación de la comodidad en la dicha protegida, que se encarnó al amparo de mi madre, y que me ofreció al sabor de un tibio tetero y el arropar de mi cuerpo, que inconsciente frío padecía por efecto de la tarde aguada y que sucumbiendo a tan calidos abrigos afectivos no quedó lugar sino para el sueño profuso de mi ser consentido.
Adormecido era el momento en que llegaba la persistente pesadilla, donde yo me encontraba encarnado en persona adulta que laboraba en gigante bodega, donde se arrumaban con parte de mi esfuerzo, descomunales aglomeraciones de bultos de no sé que, y que por desgracia mía llegaban a la altura vertiginosa del techo, desde donde se precipitaban en abrupto desplome sobre mi ridícula corporeidad encarnada, y que producto a la angustia del destripamiento mal avenido, me despertaba haciendo “pis” como el infante que realmente era, por acto reflejo a mi muerte en sueños, hecho que como se ha de sospechar fue harto reiterativo, y por ende harto reprochado.
Ahora bien, la multiplicidad se ostenta como esporádicos destellos de reminiscencias enmohecidas, donde llegan las memorias que presentan con tierna gracia, mi interacción con seres de las más diversas especies, como perros, aves, primos, hermanos y seres que en agotado garbo solían denominarse como “monos”. Saludar de mano al perro, aquel que se llamaba “Roscón”, apenas descendía del carro, era el ritual que por su gracias de maravilla, se convirtió en el fin ultimo de cualquier paseo a la finca del “mono”, donde además, cerca se podía encontrar a “Sumosa”, el la finca de mis padres, perro que me guardo en recuerdo por la sonoridad del nombre y por su gallarda figura que se asemejaba a la de un lobo en desgracia. A mi familia cercana recuerdo la gracia que producía en ellos la palabra “Chúcuta” que pronunciaba yo a viva voz, como defecto al original “Cúcuta”, impronunciable a mi corta edad. Temor místico que pregonaba en llanto, era lo que mis abuelos (masculinos) producían en mi, ¡Qué pánico les tenia!, quizás por la decrepita vida que habitaba en ellos, que a diferencia de mi única “nona”, Rosa, nunca percibí.
A grandes rasgos, fue así como se desarrollaron mis primeras lecturas del mundo, y mi interacción con este se pueden catalogar como mis primeras escrituras. Imbuido en mi ser, trataba de encontrarme en el mundo cuando este se presentaba como un nuevísimo espacio, y que ante su sospechosa grandeza, no quedaba lugar sino para la ensimismada contemplación de este extraño espacio, y la apropiación de este por medio de especulativos juegos infantiles que rebosaban en inocencia. Allí perdido en un rincón jugando a no se que.
TRASEGAR DEL DÍA
(La formación académica)
Es difícil de entender y más aun explicar el porque ese momento, el por que un absurdo medio día me sacan de mi dulce guarida llamada casa, para llevarme a una extraña casa donde vivían monjas, lugar que me dijeron se llamaba “Escuela” y donde encontraría con toda seguridad un mundo agradable, pero que para ser sincero no me interesaba toda promesa de felicidad que allí encontrara, y la falta de atención a mi inconformismo, me di cuenta que el hecho de ir a la escuela era inevitable; no valían escondites, ni lagrimas, ni puños, ni patadas, era ineludible que toda las tardes resultara en ese lugar llamado escuela. Por fortuna de mi desgracia esos sentimientos de abandono y destierro no eran solo míos, sino que por el contrario abundábamos los niños destetados de lastimera pataleta a la hora de entrar a la escuela, y que nos reconfortaba compartir el mismo dolor y vergüenza, hecho que inconscientemente nos hacia aliados en ese espacio.
Reconocer el dedo de mi mano, reconocer que la figura sobre el papel era un dedo por puro asunto de semejanza, y aprender a identificar por medio de estas líneas que se llaman letras la forma constituyente de la palabra dedo, y que resultan siendo en definitiva mi dedo que esta en la mano, fueron mis primeras labores académicas, dirigida por la monjita que con delicadeza maternal nos brindaba como actividad de entretenimiento en ese espacio inhóspito y sin televisión. Todo lo que la monjita hacia era de inmensa blancura, como su traje de todos los días, que solo dejaba la descubierto un rígido rostro adulto que se esforzaba por ser dulce y tierno, unas suaves manos que bendecían al tocar, y unos sensuales tobillos cuyas carnes eran postizamente cubiertas por medias veladas del color de su piel y que despertaron mis primera motivaciones por el amor romántico y deseoso. Entre colorear, rayar, llorar, y dormir en la dulce armonía de un cuento, se fueron desarrollando mis primeras destrezas académicas.
La sacralidad en la educación por parte de la escuelita de monjas, fue cambiada a la hora de comenzar mi educación de secundaria, que vine a desarrollar en una escuela de mayores dimensiones físicas y de carácter público. En esta etapa fui fuertemente beneficiado por la mezcla de varios factores, que se ejercieron desde mi hogar y los complementaron el inconsciente proceso constructivo de un entorno social que supero los limites de mi casa, depositándose en la ingenua concepción de barrio, pueblo, ciudad y mundo.
Refiriéndome a instancias meramente académicas, encabeza las influencias mi señora madre cuya profesión era precisamente la de docente en todas las materias de educación básica primaria, la seguían en materia de apoyo mis hermanos, que por ser mayores ya habían superado esta etapa y por ende la dominaban, y el factor de mejor afectación a mi beneficio, fue el de tener como profesora directa durante la mayor parte de la escuela, a una vecina bastante allegada a mi familia, asunto que se puede considerar algo tergiversante, pues si es verdad que resulta extraño que bajo la tutela de ella era usual mi izada de bandera, también es cierto que la confianza y aprecio que ella tenia en mi, repercutía como estimulo en el desempeño académico.
Leer y releer para “aprender”, para memorizar, para saber la lección, era el ejercicio que durante toda mi época de primaria entendía como el proceso idóneo para el aprendizaje. Repetir y repetir, mecanizar era la forma que garantizaba seguridad para el día de la evaluación, fuera de quien fuera, aprender a ganar, a nunca presentar flaqueza, a competir en excelencia para la premiación, para la admiración y el respeto que fomentan los primeros puestos, esfuerzo y demostración en pos de la benéfica inteligencia.
El acto de lectura y escritura analizado con literalidad, se desarrollo más prioritariamente como asunto de tomar atenta nota en los cuadernos, de la lección que con minucia de detalles era dictada o terminaba en el tablero, hecho que vario levemente en el último año, pues la lección se convirtió en algo más abstracto por ser generalmente hablada, y la toma de notas se transformo a fuerza en un reto preparativo para afrontar la secundaria. Los pequeños cuentos que venían en las cartillas fueron los únicos textos d lectura, nunca se propusieron libros completos.
Reconozco que en las destrezas de carácter matemático por medio de las operaciones básicas, se posibilitaron mis primeros análisis críticos; mis primeros pinitos en valoración espacial y paisajística con el asunto geográfico, donde se consolidaban ciertas cuestiones biológicas y sociales; la distinción básica de especies y ordenamientos naturales que me enseñó la biología; pero lo que más destaco es la adquisición de sentimientos patrióticos, que me brindaron las primeras construcciones de identidad por medio del conocimiento de sus mitos fundadores, de la conformación histórica de la “Libertad” y el “Orden” que se instituyó a nombre de la democracia republicana presente, por la valoración de la estética que cobija mi origen en las músicas de aires andinos, por el aprendizaje de la poesía con características populares que encarnaba el “Indio Rómulo”, y por la ritualidad en los honores que se promulgaban en torno al bandera. Principios moralistas que complementaban fuertemente la filiación al sistema religioso católico, asumiendo por hecho mi desarrollo en el lado del “bien”, pero teniendo conciencia de la posibilidad del “mal”, cuestión que me permeo de tal manera que las palabras soeces nunca tenían espacio en el vocabulario por ser asunto pecaminoso.
La culminación de mi educación primaria fue simbólicamente acompañada por el cumplimiento sacramental de mi primera comunión, ritual que significó mi compenetración divina con Dios y mi paso más cercano a ser “grande”, que se enriqueció con el ingreso al colegio católico dirigido por padres Salesianos. Paso que prometía el acercamiento a mi realización como persona en libertad de decisión, y toda la riqueza que esa ingenua libertad significaba, poder salir solo, ser grande.
Mis primeras lecturas de libros fueron motivadas por la excitación del paso sacramental recién cumplido, y la prometedora riqueza religiosa del Colegio Salesiano, donde encontré personajes idóneos para seguir sus pasos, como San Juan Bosco (Fundador de la comunidad), y sobre todo Santo Domingo Sabio, joven patrono que encarnaba la gracia del buen estudiante. La prematura inclinación por asumir la vocación sacerdotal, fue efecto de los libros respectivos a estos patronos, complementados por la impresionante imagen que de María Auxiliadora había en el colegio.
Por el desenvolvimiento de mis circunstancias familiares, la aparición de las hormonas adolescenciales, y toda la crisis de identidad que este cóctel produjo, me vi motivado por puro interés a buscar sosiego en miradas alternas de la vida, pues toda la pasión que me unía a Dios (cristiano) se fue deconstruyendo en la medida de la crisis que adolece en esta época, y con esto teóricamente me tocó comenzar con las cenizas moralistas que del catolicismo guardaba, enfocándome por pura alternancia disponible, en lejas religiones o fé fundamentadas en la individualidad del ser, por medio de libros y cuanto texto apareciera en el camino, como el hinduismo y las tontas miradas “new-age” de la superación personal, lecturas y descubrimientos que en ultimas me dejaron ver a multiplicidad de la fé, y lo tonto de la religiosidad, muriendo en mí toda contemplación espiritual.
Adquisición de libertad con responsabilidad, por medio del estudio de ciencias que se aproximaron con mayor criterio a un nivel mucho mas humanista y cientificista. La actitud de ser “grande” se transcribía por medio de posturas de responsabilidad, de supuestas poses de madures, de la emoción que producía simplemente el poder nombrar con personalidad las materia a las que se asistía, como calculo, filosofía, física, química, español y literatura, etc., pues el simple hecho de pronunciarlas eran meritos de la mayoría de edad.
Las propuestas de lectura dirigidas fueron desarrolladas por fin con libros completos, actividad que usualmente se presupuestaba para el tiempo de las vacaciones. El coronel no tiene quien le escriba, El viejo y el mar, El principito, Siervo sin tierra, y el infaltable Don Quijote, fueron algunos de los títulos que se me brindaron desde la clase de español literatura, pero la curiosidad por la lectura que nos unía con un amigo, me hizo descubrir textos como El perfume, José y sus hermanos, El otoño del patriarca, La insoportable levedad del ser, y multiplicidad de textos que alimentaban nuestras ansias de inteligencia crítica.
Del colegio me lleve una incipiente rebeldía, influenciada por la búsqueda de la identidad perdida, un malestar insaciable por la inconformidad de la institucionalidad, y una angustia por resolver mi ubicación en esta vida, desacredite todo, hasta a mi y las presunciones de intelectualidad.
LLEGA LA NOCHE
(Formación universitaria)
En constancia del vació que me induce la angustia del porvenir no resuelto, solo lo pude acrecentar en la fe ciega de pensarme como artista. La construcción de mi concepto sobre lo artístico, se trastocó en el momento mismo en el que ingrese a la academia, por la aparición de densos textos que me dejaron sin piso, ausente de conexión a tierra, que me dejaban perdido en un oficio sin carácter, sin coherencia, pues una cosa era lo que leía y otra muy distinta lo que hacía, y lograr la mesura de esta ambivalencia fue asunto de mucho tiempo, hecho que no esta resuelto del todo y espero nuca se resuelva.
Vacío, en el que me lleno con la perdida de tiempo en reflexiones de carácter estético, es decir en nada y en todo. Asumir la elocuencia de que la palabra escrita es también asunto de la estética, de construir verdades en mentiras,…adentrarme por los reinos de la poesía, donde no siempre impera la lógica.
Me resulta tan dulcemente enriquecedor el poder perderme tiempos enteros en la variedad de lecturas que se me ofrecen desde la concepción de lo artístico, que la multiplicidad de ideas permea mi visión de la vida, de mi vida, de lo que me hace ser en la ambigüedad de lo ético y de la estético, como forma de realización ontológica.
AUTODIAGNOSTICO
Teniendo en cuenta la exploración previa y el auto-análisis crítico, tuve la oportunidad de identificar las fortalezas que he construido a través de los años en el campo de la lectura y de la escritura, creando en mi la riqueza en el léxico y en el vocabulario del que hoy disfruto, la oportunidad de conocer nuevos mundos y crear los propios, de disfrutar la libertad de encarnar nuevos personajes y soluciones autónomas en mi vida personal y profesional.
Es importante anotar que así como la lectura se ha visto incrementada con el paso de los años, es vital la constancia que se debe mantener en el ejercicio de la escritura, razón por la cual mi acción de mejoramiento puede ser un mecanismo escritor que gire alrededor del acto de leer, una especie de bitácora en la cual se pueden recopilar todos los escritos y opiniones en torno a la lectura que se este realizando, es decir todas aquellas reflexiones que se generen como consecuencia del “pico de hielo que rompa el mar congelado que tenemos dentro”, tal y como lo dice Kafka.
El resultado de cuarenta puntos sobre cincuenta, coloca mi nivel de lectura en una valoración muy buena, asunto que afirma lo que considero ya que soy bastante asiduo a la lectura y si tuviese que cuantificar una nota, seria la de 4,5.